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Foto del escritorLaura Rodríguez

Yemen, una guerra olvidada en un país olvidado

Actualizado: 6 abr

La guerra de Yemen ha sido uno de los conflictos más importantes en Oriente Medio, pese a la poca cobertura mediática.



La actual contienda en Yemen es uno de los peores desastres humanitarios en el siglo XXI. En 2023, se calcula que 21,6 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria. Hay más de 4 millones de desplazados internos y 3 millones se han visto obligados a huir del país.


No obstante, esta guerra civil quedó en un segundo plano hasta mediados de noviembre de 2023. En represalia por la operación militar israelí ("Operación Espadas de Hierro") en la Franja de Gaza, los rebeldes hutíes han atacado más de una veintena de buques comerciales en el mar Rojo por su vinculación con Israel.


El tráfico de mercancías en la zona del mar Rojo, delimitado al norte por el canal de Suez y al sur por el estrecho de Bab el Mandeb (una ruta clave en el comercio global), se ha reducido en un 46 % en las últimas semanas y recientemente, EE.UU., Reino Unido y otros estados llevaron a cabo bombardeos contra los hutíes dentro de Yemen. Estas tensiones han devuelto al tablero internacional y mediático el conflicto en Yemen. En el siguiente artículo, se analizará este conflicto y sus repercusiones regionales e internacionales.


Para comprender esta guerra civil hay que remontarse a la historia reciente de este estado, concretamente desde el siglo XIX.


Yemen fue un territorio disputado por dos imperios en el siglo XIX.


Los británicos se hicieron con el control del puerto de Adén en la época en que se construía el Canal del Suez. La nueva ruta marítima entre el mar Mediterráneo y el Asia oriental ubicaba a Yemen como un destino altamente estratégico para el reabastecimiento de combustible de las naves británicas.


El Imperio otomano controló el norte de Yemen desde el siglo XIV hasta su derrota en la I Guerra Mundial en el siglo XX.


A principios del siglo XX, los crecientes enfrentamientos entre británicos y otomanos a lo largo de la frontera no demarcada plantearon un grave problema. En 1904, una comisión conjunta inspeccionó la frontera y se concluyó un tratado que establecía la frontera entre el Yemen del Norte otomano y las posesiones británicas en Yemen del Sur. Desde entonces, Yemen se dividió en norte y sur.


Durante este período bajo control otomano, se sucedieron conflictos con las tribus zaidís del noroeste del actual Yemen se sucedieron desde el siglo XVI hasta la firma del Tratado de Daan, en 1911. Es importante concretar que los zaiditas es una rama del islam chiíta y han conformado un tercio de la población en Yemen.



Tras la Primera Guerra Mundial, Yemen logra su independencia del Imperio Otomano y se divide en dos partes. El sur controlado por el Imperio Británico y el norte que convierte nuevamente en un reino controlado por los zaidís. El norte de Yemen, con capital en Saná, quedó bajo el liderazgo del Imán Yahya, un líder religioso islamista quien se declaró rey del territorio. En 1962, este régimen clerical sería derrocado.


Mientras tanto, en el sur los británicos, por su parte, conservaron el control sobre el sur, que consideraban estratégica y económicamente importante para su imperio. En 1967, Reino Unido se retira del territorio y se constituyó en Yemen del Sur con capital en Adén, la República Árabe de Yemen. Esta fue la primera nación árabe con una tendencia comunista.


El nuevo gobierno de Adén a falta de recursos e incapaz de obtener cantidades significativas de ayuda, ni de los Estados occidentales ni de los del mundo árabe, comenzó a dirigirse hacia la Unión Soviética, que le proporcionó con entusiasmo ayuda económica y técnica con la esperanza de atraer a un Estado árabe a su esfera política.


Durante estas décadas, se implementó una campaña de alfabetización, lucha contra la pobreza, inclusión de la mujer y lucha contra el tribalismo. No obstante, Yemen del Sur fue un país muy pobre.


La situación en Yemen del Norte fue inestable. En Yemen del Norte, el conflicto entre las fuerzas monárquicas del imán y los republicanos había escalado hasta convertirse en una guerra civil en toda regla que continuó de forma irregular y trágica hasta 1970. Arabia Saudí, Irán y Jordania apoyaron a los monárquicos, mientras que Egipto y la Unión Soviética y otros Estados del bloque del Este apoyaron a los republicanos.


Yemen del Norte y Yemen del Sur coexistieron por más de dos décadas, pero las diferencias políticas también conllevarían a dos conflictos entre ambos. Por ejemplo, en 1972, se produjo una breve guerra fronteriza entre los dos Yemen. Las continuas fricciones entre los dos Yemen desembocaron en otra breve pero más grave guerra fronteriza en 1979; como en el caso anterior, a ese conflicto siguió un efímero acuerdo de unificación.



A finales del siglo XX, se producirían dos factores clave. El primero de ellos, se descubrió petróleo y gas natural en ambos países más o menos al mismo tiempo y en la misma región geográfica (de Maʾrib a Shabwah), parte del cual estaba en disputa entre ellos.


A su vez, Mijaíl Gorbachov, entonces presidente de la Unión Soviética, abandonó el apoyo de ese país a los gobiernos y políticas en varios estados en Europa del Este. Alguno de estos estados fueron las principales fuentes de ayuda financiera, técnica y de personal de Yemen del Sur. Una vez que el bloque comunista diera paso a los movimientos democráticos populares, sólo era cuestión de tiempo que el régimen aislado de Yemen del Sur se desmoronara.


Tras el colapso de la URSS, Yemen se reunificaría en 1990. Tanto el sur como el norte conformaron un solo Estado desde el 22 de mayo de 1990. Yemen se reunificaría bajo el mando de Ali Abdullah Saleh, un personaje próximo a Arabia Saudí y relevante en las dos guerras civiles de Yemen. Asimismo, la capital de este nuevo estado se establecería en Saná.


Foto 1: imagen del ex-presidente, Ali Abdullah Saleh, en 2011. Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/yemens-saleh-really-worth-64-billion


La calma duraría poco en Yemen.


Tras un periodo de transición de 30 meses, las elecciones a una nueva legislatura nacional debían celebrarse en noviembre de 1992, pero fueron pospuestas


Los esfuerzos del gobierno de Saleh por fortalecer y conseguir apoyo y legitimidad para el sistema político de Yemen unido se vieron comprometidos por un entorno marcado por el grave colapso económico y las privaciones generalizadas.


La mayoría de la población del norte de Yemen había experimentado mejores condiciones de vida en la década de 1980, si no antes, y las perspectivas de los ingresos del petróleo y los supuestos beneficios de la unificación habían aumentado enormemente las expectativas en ambas partes de Yemen a finales de la década de 1980.


A su vez, el colapso de la economía yemení hay que buscarla en la Guerra del Golfo Pérsico (1990-91), que siguió a la invasión y ocupación de Kuwait por Irak en agosto de 1990.


A pesar de la creciente importancia de los ingresos del petróleo, la economía yemení a finales de la década de 1980 seguía dependiendo en gran medida de las remesas de los trabajadores y de la ayuda económica exterior de Arabia Saudí y, en menor medida, de los demás Estados del Golfo Pérsico ricos en petróleo.


La negativa de Yemen a unirse a la coalición militar saudí-estadounidense contra Irak llevó a Arabia Saudí a expulsar a varios cientos de miles de trabajadores yemeníes y a cortar toda la ayuda exterior a Yemen; la mayoría de los demás estados petroleros árabes siguieron su ejemplo.


Con la economía en crisis, la violencia política, que incluía atentados y asesinatos, empañó los años previos a las primeras elecciones parlamentarias generales de la república. Pese a las dificultades, se celebraron elecciones legislativas prescritas en abril de 1993. En estas elecciones, el partido del presidente Saleh, el GPC, obtuvo una amplia mayoría de escaños.


El conflicto entre los líderes políticos del norte y del sur empeoró drásticamente en la segunda mitad de 1993 y los primeros meses de 1994. La lucha política se intensificó hasta desembocar en una Guerra de Secesión en 1994. La Guerra de Secesión de 1994, que duró de mayo a principios de julio, se saldó con la derrota de las fuerzas del sur.


Bajo este conflicto se restringe la libertad de los partidos de la oposición, los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales. Se violaban los derechos humanos, pero los grupos internos de Yemen protestaban cada vez más contra esas violaciones.


A finales de 1994, la economía del Yemen unificado estaba en caída libre, principalmente como consecuencia de la pérdida de remesas y ayuda exterior después de 1990 y, en menor medida, de los costes de la unificación y la Guerra de Secesión. A pesar del rápido aumento de los ingresos del petróleo, Yemen había dejado de ser económicamente viable o sostenible.


En 1995, Yemen mantuvo una disputa con la recién independizada Eritrea por el control de las islas Hanish, una cadena de pequeñas islas en el mar Rojo entre los dos países.


Mapa 3: límites marítimos entre Yemen y Eritrea. Fuente: https://sovereignlimits.com/boundaries/eritrea-yemen


Yemen, en una delicada situación económica, firmó un acuerdo con Eritrea por el que se comprometía a someter el conflicto a arbitraje internacional. En 1998, el tribunal de arbitraje concedió a Yemen la mayor parte de las islas Hanish, y ambas partes aceptaron el fallo.


A la par, las relaciones con Arabia Saudí siguieron siendo la principal preocupación exterior de Yemen. La presión saudí en la frontera oriental de Yemen incluía amenazas a las compañías petroleras internacionales que trabajaban en virtud de acuerdos con Yemen en territorio reclamado por los saudíes.


Los lazos con Riad mejorarían con la firma de un Memorando de Entendimiento de enero de 1995. El acuerdo instaba a entablar negociaciones para determinar definitivamente la frontera. Tras muchas rondas de conversaciones y la amenaza yemení de recurrir al arbitraje, en junio de 2000 Yemen y Arabia Saudí firmaron el tan ansiado acuerdo fronterizo definitivo y empezarían a profundizar sus lazos bilaterales.


En el plano económico, desde 1995 hasta la mayor parte de la primera década del nuevo milenio, se implementó en mayor o menor medida un ambicioso paquete de reformas en varias fases del FMI y el Banco Mundial, acordado en 1995. Este paquete se centró en implementar varias medidas de estabilización e importantes reformas estructurales e implementar reformas en materia de gobernanza.


Uno de los principales objetivos era hacer de Yemen un objetivo atractivo para la tan necesaria inversión extranjera. Paralelamente (pero en segundo plano), se pretendía explotar los limitados recursos petrolíferos de Yemen y empezar a aprovechar sus también limitados yacimientos de gas natural.


A finales de la década de los 90, el régimen de Saleh había demostrado una creciente falta de voluntad y capacidad para adoptar y aplicar las medidas económicas y de gobernanza más exigentes del paquete del FMI y el Banco Mundial.


La economía pronto se estancó en un nivel bajo y en 2005 apenas creaba suficientes puestos de trabajo y servicios públicos necesarios para mantener el rápido crecimiento de la población del país. El desempleo seguía siendo elevado, al igual que el nivel de desnutrición y la proporción de la población que vivía por debajo del umbral de pobreza.


Entre tanto, un movimiento insurgente chiita, conocido como los hutíes, empezó a ganar mayor peso en la política yemení.


Los hutíes son un grupo conformado por musulmanes chíies, siendo en torno a un tercio de la población yemení. Los hutíes toman su nombre del clérigo zaidí Hussein Badr Eddin al-Houthi, quien en 2004 protagonizó una revuelta para lograr autonomía en la región de Sadah, en el noroeste de Yemen. Al-Houthi fue asesinado por las fuerzas de seguridad tras la captura ordenada por el gobierno de Saleh, convirtiéndose en mártir.


A partir de mediados de 2007, se desató una epidemia de protestas y manifestaciones, algunas de ellas violentas, durante muchos meses y en un gran número de lugares de todo el sur de Yemen. La rebelión en el norte y las protestas en el sur evolucionaron hasta cuestionar la legitimidad del régimen de Saleh, la unificación de Yemen e incluso el propio republicanismo.


A principios de 2008, se produjeron varios atentados a manos del grupo terrorista, Al Qadea, con bomba en el barrio diplomático de Saná, Las respuestas del régimen de Saleh a éste y otros actos fueron rápidas y duras. Así, a finales de 2008, la legitimidad y la continuidad del régimen de Saleh, e incluso del propio Yemen, estaban siendo cuestionadas en Yemen.


A finales de enero de 2011, tras los primeros conatos de revueltas en Túnez, Egipto y otros estados árabes, miles de manifestantes se congregaron en Saná y otras ciudades yemeníes para pedir a Saleh que abandonara la presidencia.


Las primeras manifestaciones se desarrollaron sin apenas violencia entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. En respuesta a las manifestaciones, Saleh hizo varias concesiones económicas y prometió no presentarse a la reelección cuando finalizara su actual mandato en 2013, y prometió que su hijo no le sucedería en el cargo. No obstante, esta promesa no dirimió las protestas.


Las protestas se celebraban diariamente, a menudo enfrentándose con partidarios de Saleh que atacaban con piedras, palos y, en ocasiones, armas de fuego. No obstante, Saleh se resistió a los llamamientos a su destitución.


Las tácticas cada vez más violentas empleadas por las fuerzas de seguridad contra los manifestantes erosionaron el apoyo a Saleh dentro del gobierno yemení, debilitando su control del poder. Con este vacío de poder, en las provincias periféricas, los grupos militantes ocuparían ese hueco.


En el norte, la rebelión hutí, que llevaba tiempo gestándose, cobró fuerza. Mientras tanto, los combatientes de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), un grupo militante islamista, lograron hacerse con el control de varias ciudades de la provincia meridional de Abyan.


Yemen parecía acercarse a la guerra civil al intensificarse los combates a finales de mayo y principios de junio. El 3 de junio de 2011, Saleh resultó herido y siete guardias murieron al estallar una bomba colocada en el palacio presidencial. Saleh fue trasladado a Arabia Saudí y Abd Rabbuh Mansur Hadi asumió el cargo de presidente en funciones durante la ausencia de Saleh.


A finales de noviembre de 2011, Saleh firmó un acuerdo con mediación internacional para transferir el poder al vicepresidente Hadi a cambio de inmunidad judicial y se convocaron elecciones presidenciales en febrero de 2012.


El gobierno de Hadi siguió enfrentándose a los desafíos de los rebeldes hutíes y los militantes islamistas. Dentro de este enfrentamiento, la economía empeoraba. En 2013, el PIB seguía muy por debajo de su nivel anterior a 2011 y el desempleo se disparó, especialmente entre los jóvenes. Gran parte del país sufría escasez de alimentos, agua y productos básicos.


En las zonas del sur, el descontento llevó a un resurgimiento del sentimiento secesionista. A la par, los hutíes comenzaron a contar con el apoyo de algunos sectores suníes y ya controlaba la región de Sadah, en el noroeste.


La administración de Hadi se enfrentó a una nueva oleada de descontento público en julio de 2014. Se habían promulgado profundos recortes en las subvenciones a los combustibles. Muchos de los manifestantes fueron movilizados por los rebeldes hutíes, cuyo líder, Abdul Malik al-Houthi, acusó al gobierno de corrupción y de ignorar las necesidades de los pobres del país.


A finales de 2014, estallaría otra guerra civil en Yemen.


Los hutíes protagonizaron una serie de protestas contra el presidente de Yemen, Abdurabu Hadi, a mediados de 2014, que derivaron en violencia. El éxito logrado por los hutíes les impulsó en otras regiones del país.


Al calor de las protestas, a finales de enero de 2015, aumentaron los enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los miembros hutíes que ocupaban la capital.


El presidente Hadi y el primer ministro, Jaled Bahah, presentaron su dimisión ante el Parlamento en señal de protesta el 23 de enero, dejando el país con un vacío de poder. Además, Hadi fue puesto bajo arresto domiciliario. Los hutíes tomaron el palacio presidencial en la capital, Saná, forzando al gobierno de Yemen, reconocido por la comunidad internacional y con apoyo de EE.UU., a trasladarse a Adén.


En febrero de 2015, Hadi escapó del arresto domiciliario y reapareció en Adén, fuera del control de los rebeldes hutíes, donde se retractó de su dimisión y afirmó que seguía siendo el presidente legítimo de Yemen.


La delicada situación de Hadi, le llevó a pedir una intervención militar internacional liderada por Arabia Saudí contra los rebeldes hutíes, financiados por Irán.


La coalición, cuyo objetivo es derrotar a los hutíes en Yemen, se formó principalmente por Estados árabes sunitas, incluidos Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Jordania. También están Marruecos, Sudán y Senegal.


La coalición de Arabia Saudita recibió apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. En consecuencia, esta intervención llevó a Irán a intensificar su cooperación con los huthis, incluida la asistencia militar, el apoyo diplomático y la acogida de un medio de comunicación pro huthi en una zona de Beirut controlada por Hezbolá, aliado de Irán.


Para Irán, el ascenso de los hutíes en Yemen ofrece un instrumento de presión de flanco contra Riad en un momento de intensa competencia de poder entre Irán y Arabia Saudí. Con ello, esta guerra se ha convertido en uno de los tableros de enfrentamiento regional proxy entre Arabia Saudita e Irán.


La intervención militar internacional llegó a finales de marzo de 2015, cuando una coalición de países liderada por Arabia Saudí lanzó ataques aéreos para repeler un avance hutí hacia Adén e impuso un bloqueo naval. A la par, el dimitido presidente Hadi huyó a Adén tras la toma de Saná por los hutíes, declaró su continuidad como líder presidencial y, posteriormente se exilió en Arabia Saudí en marzo de 2015.


La campaña aérea liderada por Riad logró que las fuerzas prohadíes retomaran el control de Adén en julio de 2015. A estas fuerzas se unieron en agosto las tropas de la coalición, que ayudaron a expulsar a los combatientes hutíes de la mayor parte del sur de Yemen. No obstante, despojar el control del norte de Yemen a los hutíes fue más difícil para la coalición.


Las conversaciones de paz auspiciadas por la ONU comenzaron en diciembre y dieron lugar a un alto el fuego de meses de duración que, aunque se violó con frecuencia, logró reducir en cierta medida los ataques aéreos y los combates. Las conversaciones se suspendieron sin acuerdo en agosto de 2016.


Con las dos partes enzarzadas en un punto muerto desde finales de 2015, Yemen se sumió en una grave crisis humanitaria de la que no ha salido. En 2016, la ONU estimó que más de tres cuartas partes de la población de Yemen carecía de acceso a agua potable y saneamiento, y casi la mitad carecía de acceso a alimentos y medicamentos. Yemen también sufrió el peor brote de cólera de la historia, que comenzó a finales de 2016.


En las zonas controladas por los hutíes, más de la mitad de la población yemení vive en zonas controladas por los houthis, que carecen de recursos naturales que generen ingresos.


Los hutíes se han centrado mucho en los impuestos como fuente clave de ingresos. Se ha exigido a los bancos y a las grandes empresas que revelen sus cuentas fiscales desde su primer año de funcionamiento. os impuestos extraídos del sector privado, en particular, han contribuido a financiar el esfuerzo bélico de los hutíes, en lugar de destinarse a pagar los salarios del sector público.


Al mismo tiempo, el gobierno hutí a menudo ha descuidado o se ha retrasado en el pago de salarios y en el mantenimiento de los servicios públicos (escuelas, infraestrutura y hospitales). Por lo general, los empleados del Estado sólo han recibido la mitad de su salario mensual a intervalos irregulares. En resumen, la economía bajo los hutíes ha contribuido al aumento de la pobreza, creando una clase adinerada de especuladores de la guerra y ampliando la brecha entre ricos y pobres.


En abril de 2016, las partes acordaron un alto al fuego a nivel nacional, con mediación de las Naciones Unidas y Estados Unidos que permitirá abastecer con combustible y ayuda humanitaria a las regiones controladas por hutíes. La tregua, inicialmente de dos meses, fue bienvenida por Arabia Saudita e Irán y extendida hasta octubre. Sin embargo, la tregua duraría poco y la guerra civil volvió a su curso más sangriento.


En diciembre de 2017, se produjo otro giro en la contienda. El ex presidente Saleh y sus sectores más cercanos se habían unido a los hutíes para conformar un Consejo Político Supremo conjunto, desde Saná, para establecer un gobierno con aspecto más legítimo que el de Hadi. Pero en el mes de diciembre los sectores más cercanos a Saleh comenzaron a distanciarse de nuevo.


Las fuerzas gubernamentales sufrieron un revés en enero de 2018, cuando los secesionistas aliados del sur exigieron a Hadi que destituyera a su gobierno. Cuando Hadi no cumplió su plazo, tomaron Adén. Tras varios días de enfrentamientos entre los secesionistas y las fuerzas pro-Hadi, ambas parte de la coalición liderada por Arabia Saudí, la coalición medió para poner fin a los combates, y los bienes del gobierno fueron devueltos a Hadi y su gobierno.


En junio de 2018, la coalición liderada por Arabia Saudí avanzó sobre Al Hudayda. Al Hudayda es una ciudad portuaria en el norte controlada por los rebeldes hutíes. Este ataque tenía la esperanza de que la amenaza de su pérdida impulsara a los rebeldes hutíes a negociar para poner fin a la guerra civil. Al Hudayda era una importante fuente de ingresos para los rebeldes hutíes, que recibían millones de dólares gravando la carga en sus puertos.


Las fuerzas dirigidas por Arabia Saudí obstruyeron la distribución de la ayuda internacional, mientras que los rebeldes hutíes la manipularon indebidamente. Los combates intermitentes continuaron. En junio de 2019, Emiratos Árabes Unidos comenzó a retirar discretamente sus fuerzas de Yemen, ya que la victoria parecía cada vez más improbable.


Los combates se intensificaron a principios de 2020, cuando los combatientes Houthi intensificaron sus ataques con misiles y los saudíes sus ataques aéreos. A medida que la pandemia de COVID-19 se extendía por todo el mundo, Arabia Saudí se enfrentaba a la incertidumbre económica debido a la caída de los precios del petróleo, mientras crecía la preocupación por la capacidad de Yemen para gestionar un brote del virus en el país. Riad anunció un alto el fuego unilateral en abril de 2020.


Ese mismo mes, los secesionistas del sur declararon su autogobierno bajo un organismo conocido como Consejo de Transición del Sur (STC, por sus siglas en inglés). En junio, el STC tomó el control de la isla de Socotra, expulsando a los funcionarios locales del gobierno de Hadi. Tras meses de negociaciones entre el STC y el gobierno de Hadi, miembro del STC se incorporaron al gobierno fr Hadi.


En abril de 2022, los principales beligerantes del conflicto declararon un alto el fuego de dos meses. Días después, Hadi, aún en el exilio, anunció su dimisión y entregó el poder a un consejo compuesto por líderes políticos y militares sobre el terreno. El consejo recibió el encargo de resolver el conflicto.


Mapa 4: zonas de control en Yemen (en 2022). Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/2024/01/12/yemen-guerra-olvidada-orix/


Las tensiones en Yemen se apaciguaban. Según datos del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés), más de 150.000 personas han muerto como resultado del conflicto desde el 2015, incluyendo 14.500 civiles.


El balance de la guerra en Yemen es evidentemente negativo: 380.000 fallecidos, 85.000 de ellos menores de edad que han muerto por los combates, el hambre y las enfermedades; y cuatro millones de desplazados. A ello, se le suma la destrucción de ciudades, pueblos e infraestructura.


Desde principios de 2022, Arabia Saudí ha buscado activamente un final negociado de la guerra, o al menos de su implicación en ella. En el tablero regional, en marzo de 2023, bajo mediación de China, Riad y Teherán restablecieron sus relaciones bilaterales, rotas desde 2016.


Riad espera que el acuerdo con Teherán ayude a mantener el impulso hacia la salida de Yemen que busca. Tanto Arabia Saudí como Irán podrían ver un compromiso en Yemen como un primer paso hacia un acuerdo de seguridad regional que sirva a sus intereses.


En una medida alentadora, los hutíes y el gobierno intercambiaron más de 800 prisioneros entre el 14 y el 17 de abril de 2023. A principios de abril de 2023, Arabia Saudí invitó a miembros del Consejo de Liderazgo Presidencial, su principal socio yemení, a discutir los detalles de una hoja de ruta que Riad ha estado negociando con los hutíes.


Esta última hoja de ruta establece, al parecer, un proceso en tres fases.


La primera fase aborda en gran medida las demandas inmediatas de los hutíes, como la ampliación de los destinos del aeropuerto internacional de Sanaa, una mayor facilitación del flujo de mercancías en los puertos de Hodeidah, el pago de los salarios en las zonas controladas por los hutíes (siendo Arabia Saudí responsable de pagarlos durante los seis primeros meses), un alto el fuego, el reparto de los ingresos del petróleo y el gas mediante nuevas negociaciones y la reanudación de las exportaciones de petróleo. La segunda y tercera fases se centran en cuestiones económicas complejas como la reunificación de la política monetaria, entre otros aspectos.


Las negociaciones se han mantenido estancadas, y también la intensidad del conflicto civil en Yemen parece haber menguado en los últimos meses. No obstante, la guerra en Yemen volvería y se extendería al mar Rojo, debido al conflicto en Israel en Gaza.


Con ello, los hutíes han buscado medios para sacar provecho de la guerra de Gaza con el fin de mejorar su perfil, aumentar su legitimidad panárabe y pulir sus credenciales tanto a nivel nacional, en la región y en el extranjero.


Antes de la guerra de Gaza, los hutíes habían atacado buques saudíes de transporte de petróleo, en 2018, y se apoderó de un carguero emiratí, en enero de 2022. Por su parte, los buques militares estadounidenses y de otros países presentes en el Mar Rojo y el Golfo de Adén llevaron a cabo operaciones continuas contra contrabandistas y buques que transportaban armas y municiones para los hutíes.


A mediados de octubre, antes de atentar contra la navegación mercante, los hutíes lanzaron en varias ocasiones drones y misiles contra Eilat, en la costa israelí del Mar Rojo. Estos ataques fueron interceptados o no alcanzaron los objetivos previstos. La frecuencia de estos ataques disminuyó cuando el grupo centró su atención en los buques.


Tras los primeros ataques contra barcos en el Mar Rojo, el número de hutíes creció gracias a campañas de reclutamiento en las que mostraban su apoyo a la causa palestina. Además, la guerra de Gaza brindó a los hutíes la oportunidad de desviar la creciente presión pública sobre sus prácticas de gobierno en las zonas bajo su control, y les permitió sofocar la oposición a su dominio deteniendo a opositores.


Para salvaguardar la navegación marítima, Estados Unidos envió destructores navales al Mar Rojo para proteger la navegación comercial. El 20 de diciembre de 2023, dio a conocer la Operación Guardia de la Prosperidad, una iniciativa multinacional de seguridad dirigida por Estados Unidos en la que participan el Reino Unido, Bahréin, Canadá, Francia, Italia, Noruega, los Países Bajos, las Seychelles y España.


El 29 de noviembre de 2023, Washington impuso sanciones económicas a personas que, según afirmaba, formaban parte de una red que facilitaba fondos a los hutíes. El 10 de enero de 2024, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución en la que exigía a los Houthis el cese inmediato de los ataques contra buques en el Mar Rojo, al tiempo que respaldaba implícitamente la fuerza de intervención liderada por Estados Unidos.


Los ataques de los hutíes a la navegación comercial en el Mar Rojo también podrían socavar los esfuerzos por poner fin a las guerras en Yemen. A su vez, las tensiones en el Mar Rojo podrían agravar la ya deteriorada situación humanitaria en Yemen, especialmente tras la decisión del Programa Mundial de Alimentos (PMA) el 5 de diciembre de suspender la ayuda en las zonas controladas por los hutíes en el norte de Yemen.


Los casi 10 años de guerra civil han devastado a Yemen. Según Naciones Unidas (ONU), 21,6 millones de personas necesitan ayuda humanitaria y el 80% de la población lucha por llevar comida a la mesa. Los siguientes meses e incluso años serán clave para conocer cómo evolucionará este conflicto en un país dividido y desvastado por la guerra.


Bibliografía recomendada:


  1. BBC (2023) ‘Yemen: Why is the war there getting more violent?’, 14 April

  2. Childress, S. (2015) ‘In Yemen, Everyday Life Goes from Bad to Worse’, PBS, 7 April.

  3. Gordon, A. (2024) Who Are the Houthi Rebels? Red Sea Attacks Result in U.S. and U.K. Strikes on Yemen, 12 January.




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